Mi infancia fue muy pobre, éramos 12 hermanos, me tocó trabajar cuando era muy pequeño para ayudarle a mi madre. Osea que mis primeros zapatos me los compre yo halando bultos, en el mercado, y fui creciendo siempre interesado en superarme.
Empecé a cuidar carros en los cines, estudiando en las noches... De ahi, pues saltamos para este país.
Me llamo Luis Romero. Soy de Honduras y estamos aquí desde 1990.
Cuando llegué a este país, mi madre estaba en el hospital, habían descubierto un cáncer. Ella salió del hospital mejoró por un tiempo, y un año después murió.
El no haber podido ir al entierro de mi mamá y mi abuela … Mi abuela era como mi segunda madre, tenía que tomar una decisión porque si salía corría el riesgo de quedarme en honduras y aquí yo tenía mi esposa y mis hijos. Todo tiene un costo.
El costo sentimental en ambos lados, corría el riesgo que no podía volver a entrar y abandonar a mis hijos acá. Entonces ¿que hubiese sido? hubiese ido al entierro y mis hijos no fueran lo que hoy son. Estoy contento porque tengo unos hijos bellísimos, ya desarrollados. Uno es controlador de tránsito aéreo, oficial de la marina, y mi hija está estudiando leyes en Carolina del Norte.
Mi madre no tenía dinero, así que compraba un chorizo de 5 centavos y lo revolvía con masa de hacer tortillas que hacían para sopa. Con eso nos daba de comer a todos. y luego me doy cuenta de lo pobres que éramos ...
Soy feliz porque he aprendido a apreciar la vida y tratar de salir adelante.
El mejor momento es todos los días, todos los días,
porque me levanto al lado de mi esposa, miro mi casa,
miro todo lo que he hecho, me siento a tomarme una tacita de café, tranquilo y digo yo:
“bueno, estoy mejor”